Castillos eléctricos

Pasar frente al castillo donde un dragón eléctrico rugía tras los portales no era cosa para simples mortales. Con espada de caña, madera o cartón uno podía ser el Rey Arturo, Ivahoe o Nippur de Lagash y décadas más tarde ver a sus propios nietos desenfundar el arma para enfrentar al mismo dragón pero siendo Legolas, Frodo o el mismísimo Rey Aragon.
El escudo de armas de cada uno de los castillos tiene grabada la frase "Domino fulmine" o "El rayo dominado" para decirlo en cristiano. En total 136 de estos castillos dominaron Buenos Aires y todos pertenecían a una misma empresa que dejó de existir en la década de 1990: la "Compañía Italo-Argentina de Electricidad" o CIAE.

Todo se origina a principios del siglo XX, cuando el auto denominado ‘señor del rayo’decidió construir castillos para controlar el poder de la luz acercándola a los domicilios de los vecinos de la ciudad. Como si aún viviera en el Renacimiento, o en una de esas para unir el pasado con el futuro, ordenó construir una fortaleza imponente, con una gran torre y ladrillos a la vista, inmensos ventanales y grandes arcadas. Esa colosal obra sigue en pie en La Boca, en la intersección de Pedro de Mendoza y Agustín Caffarena, y en la actualidad ha sido finalmente recuperada para convertirse es la sede de la Usina del Arte, lugar que alberga las muestras más acabadas de música y arte de la CABA.


Usted como yo seguramente ha pasado por la autopista durante años presenciando el deterioro de ese edificio precioso deseando que alguien pusiera el tiempo y el dinero para recuperarlo para la ciudad. Por suerte, ha sido un deseo cumplido.


Pero al "señor del rayo" no le bastó con un castillo y como necesitaba llegar a todos los hogares que le fuera posible y le demandaban cada vez más electricidad, mandó a construir decenas de castillitos menores en toda la ciudad, con la misma impronta y la misma inscripción. Algunos dicen que para que todos supieran quién era el amo de la luz.

Y ese era Juan Carossio



La Compañía Ítalo-Argentina de Electricidad (CIAE) comenzó a funcionar en 1912 de la mano de su fundador, quien había llegado de Italia apenas un año antes. Carossio era un astuto y ambicioso empresario italiano, que impulsó una compañía que buscaba abrirse paso en la provisión de energía eléctrica. Por aquella época, el mercado de la electricidad estaba en un período de expansión acelerada y mientras la ciudad crecía con la inmigración, esos nuevos habitantes demandaban más y más electricidad. Carossio entonces  logró  la concesión para el suministro eléctrico por la friolera de 50 años.


Hasta ese momento el suministro de electricidad era un monopolio manejado por la CATE, Compañía Alemana Transatlántica de Electricidad. Para poder competir con semejante monstruo, Carossio puso en marcha una estrategia que le ganara el afecto de los miles de inmigrantes italianos que llegaban al país, comenzando por la elección del nombre de la empresa, Compañía Ítalo-Argentina de Electricidad (CIAE). Sin embargo y para sorpresa de muchos, los capitales de la Ítalo no eran italianos sino suizos y alemanes, ya que pertenecía al holding Motor-Columbus, cuya sede se encontraba en la ciudad de Baden, Alemania.


Carossio adelantándose al marketing moderno, consideró que el simple nombre no era factor suficiente para fidelizar a sus clientes diferenciándose de su competidor, así que decidió realizar esas preciosas construcciones a imagen y semejanza de las existentes en su país natal, para que todos los inmigrantes italianos sintieran que estaban en casa. Si, yo viví engañado hasta ahora, pues siempre pensé que las edificaciones de ladrillos colorados a la vista eran de origen inglés tal como todo lo que se construía en Buenos Aires, pero finalmente y para mi sorpresa, eran de estilo italiano. El trabajo fue encargado al arquitecto Giovanni Chiogna quién encaró inicialmente la construcción de un edificio monumental, de estilo románico lombardo florentino que emulara los castillos de la poderosa familia Sforza, señores de la ciudad de Milán.


La estrategia comercial de Carossio en lugar de apuntar al gran consumo industrial y de transporte tranviario como lo hacía la CATE, se fijó el objetivo proveer el pequeño consumo de casas de familias. Especialmente, la de sus amigos y coterráneos inmigrantes italianos.


Sus operaciones se iban diversificando mediante pequeñas plantas que se encargaban de distribuir la electricidad a las casas de familia y que por razones técnicas debían estar ubicadas en la mayor cantidad de barrios posibles, para poder abarcar toda la población de la ciudad. Así, además de la usina central, la Ítalo le encargó al arquitecto Chiogna construir otras seis subusinas secundarias, ubicadas en Pacheco de Melo 3.031, Balcarce 547, Montevideo 919, Tres Sargentos 352, Moreno 1.808 y San Antonio 1.077.


A éstas se les agregaron aproximadamente 130 pequeñas estaciones estáticas de apoyo, encargadas de la distribución final. De todas ellas, unas 60 sobreviven dispersas por casi todos los barrios. Para preservarlas, 35 fueron catalogadas por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a fines de 2010, para darles distinto grado de protección.


De las seis subusinas principales, cuatro quedan en pie. La de Pacheco de Melo fue demolida. Y la de Moreno fue derribada casi en su totalidad para construir en su frente un garaje.


Los otros cuatro edificios aún conservan su esplendor y han tenido distintos destinos. El de la calle Montevideo, alberga el Museo de la Memoria o de la Shoá, que recuerda el Holocausto cometido contra el pueblo judío. La del pasaje Tres Sargentos, en Retiro, aún muestra todo el esplendor de su fachada, que exhibe orgullosa su torre coronada por un antiguo reloj, sus grandes ventanales con arcadas y, en lo alto del frente, la inscripción ‘Cía Ítalo Argentina de Electricidad’ grabada sobre la piedra.


Con las estaciones más pequeñas, los destinos fueron múltiples. Algunas continúan prestando servicio para las empresas de electricidad, otras están abandonadas y otras fueron vendidas y funcionan como casas de familia, como la ex Subestación 100 de la Ítalo, que se encuentra en la calle Julián Alvarez al 1.700.


Como lo había previsto su fundador, la compañía llegó a dominar el suministro de la electricidad y sus castillos se convirtieron en marcas visibles de la Ítalo en toda la ciudad. Sin embargo, el imperio se fue desmoronando lentamente, hasta que en 1979 fue estatizada y luego, en la década de 1990, privatizada.


Seguramente ese tano que se hacía llamar  el ‘señor del rayo’ nunca imaginó que sus castillos serían parte de los juegos infantiles, donde dragones ocultos y caballeros de armadura, entablan hasta el día de hoy una constante lucha abastecida por la inagotable energía de la imaginación.

Taluego.

Basado en http://www.diarioz.com.ar/#/nota/la-herencia-arquitectonica-de-la-compania-italo-argentina-30651/

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