La Catedral de Ingeniería de la UBA

La actual sede de la facultad de Ingeniería que se encuentra sobre la avenida Las Heras es el único edificio de estilo neogótico que subsiste en Buenos Aires. Lamentablemente el monstruo de ladrillo vista nunca se terminó y el paso del tiempo nos hizo temer por su seguridad y la de sus ocupantes. En estos años se ha tratado de volverlo al estado en que se encontraba cuando se paró la obra regalándole a la ciudad una catedral inconclusa.

Pero no siempre fue la idea que allí se cursara ingeniería. En realidad en la primera década del siglo XX le encargaron al ingeniero civil y arquitecto Arturo Prins -creador del Banco Nación y del Archivo General de la Nación- la construcción de un edificio que albergaría la Facultad de Derecho, como el hombre traía en sus retinas las imágenes de Francia la imaginó como una pequeña iglesia neogótica.

Prins la concibió con subsuelo, planta baja, tres pisos más entrepisos, dos terrazas, anfiteatro y cincuenta aulas. Para lograr el estilo se embarca en la colocación de ladrillos tallados, arcos ojivales, mansardas, vitrales, volutas colgantes.


Desde pequeño escuché la leyenda urbana en que Prins se encierra en su estudio visiblemente perturbado por haber descubierto un grave error de cálculo,que le indica que si continúa su majestuosa obra, la misma irá directo al derrumbe. Su orgullo profesional le oprime tanto el pecho que decide terminar con su vida.

Más en la realidad el tema es mucho menos melodramático ya que Prins realiza su edificio con alma de acero y muy bien dimensionado para resistir las cargas. El problema fue que en 1926 le cortan los fondos y la obra se para definitivamente. Luego de transcurridos trece años el buen arquitecto e ingeniero deja este mundo por causas naturales sin haber cobrado ni un solo peso por su proyecto. Sólo mucho tiempo después, llega lo adeudado a manos de su familia, la cual debido al monto no actualizado, decide con ella salir a cenar y brindar por el difunto.

El proyecto final de Prins, que constaba de tres torres -la central de 120 metros- sólo se puede ver en un dibujo de su autoría.


Desde entonces y hasta hace un par de años, el edificio estuvo sin mantenimiento, cayéndose a pedazos incluso sobre los transeuntes. Las obras que se hicieron solo terminaron deteriorandolo más.

En 2006, un ingeniero que vivió el edificio en su cursada, al ver que los pedazos de mampostería caían al suelo como proyectiles sobre la gente, se propuso el plan de devolverlo a su situación de origen, sin distorsionar lo que había hecho Prins.

Claudio Rissetto es su nombre y cuenta con un equipo de expertos, algunos de los cuales restauraron la Catedral de la Plata y el Teatro Colón, que relevaron minusiosamente la situación del edificio; hicieron todos los estudios necesarios, realizaron los informes de situación; consiguieron declararlo Monumento Histórico Nacional; obtuvieron los fondos (sin plata no ha epopeya) y llamaron a licitación. Finalmente en 2013, con un presupuesto de casi 11 millones y medio de pesos pudieron dar inicio a la obra.


Regeneraron las mamposterías y los hormigones. Colocaron revoques, fijaron ladrillos y hormigones sueltos. Trataron todas las estructuras metálicas para evitar que se siguieran oxidando, impermeabilizaron superficies, sacaron vegetación invasiva aferrada a cada hueco y cables de todo tipo que afectaban el frente en un desorden increíble, ordenaron los equipos de aire acondicionado que afeaban el exterior con el objetivo final de retirarlos, repararon todas las ventanas y las puertas, y sólo quedaron pendientes los vitrales por falta de presupuesto.

Durante el trabajo se usaron materiales idénticos a los originales y surgieron cuestiones de restauración que incitaban a mejorar lo hecho. Todos coincidieron en mantener la estética y funcionalidad existente al momento en que la construcción se detuvo. Hasta definieron que el hidrolavado que se debía aplicar sobre sus cuatro caras no fuera a fondo, porque, como en cualquier restauración histórica, también la suciedad forma parte del carácter.

Los restauradores de la Catedral de Ingeniería saben que su particularidad se encuentra en su excéntrico estilo neogótico, pero lo que más impresiona es su característica de monumento inconcluso, pleno de historias nunca contadas.


Fuente consultada: Cecilia Alemano  http://www.conexionbrando.com

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