El masivo suicidio alemán

Antes de la capitulación alemana, el 8 de mayo de 1945, familias enteras se quitaron la vida en lo que fue el mayor suicidio masivo alemán. Florian Huber escribió un libro sobre ese trágico capítulo de la historia alemana y Luis Doncel un artículo titulado "Cuando las madres tiraban al río a sus hijos"

El libro se concentra en los hechos ocurridos en la pequeña localidad de Demmin, a unos 156 kilómetros al norte de Berlín, en donde se asegura que unas dos mil personas se quitaron la vida. ¿Porqué en Demmin?

Porque ahí se vio muy claramente el fenómeno de suicidio colectivo. También puede explicarse por su situación geográfica, pues se encuentra entre tres ríos. Cuando fueron destruidos los puentes la gente ya no pudo huir. Ni siquiera los soldados del Ejército Rojo que habían tomado la ciudad el 30 de abril. En Demmin, además de sus habitantes, se encontraban miles de fugitivos provenientes de los territorios orientales. La ciudad estaba saturada de gente y todos estaban atrapados en un espacio muy pequeño. Demmin también fue una ciudad 'campeona' en la Alemania nazi. Fue allí donde el Partido Nazi obtuvo el mayor porcentaje de votos en todo el país en 1933. Todo esto la convirtió en centro de la fatalidad, pero Demmin no fue una excepción.

Según se hace eco 'Suddeutsche Zeitung', en aquellas fechas se vendieron a mansalva hojas de afeitar, revólveres, cianuro, sogas... todo les parecía poco a los habitantes de esa localidad de 15.000 vecinos para un suicidio masivo que pone los pelos de punta. Al final unas 2.000 personas se quitaron la vida. No podía soportar ser regidos por un gobierno que fuera el nazi.

La gente había escuchado durante años la propaganda nazi, que contaba horrores sobre lo que les pasaría cuando el enemigo pisara suelo alemán. Eso fue divulgado de la manera más grotesca, los rusos fueron descritos como hordas de salvajes que cortaban la lengua a los niños, les sacan los ojos y violaban a las mujeres. Además los refugiados recién llegados contaron los abusos y violaciones que habían sufrido. Eso avivó el miedo a tal grado que la gente sólo creía en su propia muerte.


No era sólo el miedo al enemigo y al Ejército soviético. Mucha gente tenía una sensación de culpa y por eso tenía mucho miedo ante lo que vendría tras la capitulación. Muchos ni siquiera podían imaginarse cómo sería el mundo después de esos doce años en estado de excepción que fue el nazismo. Este fatalismo no se limitaba sólo al Este sino se extendía en todo el territorio del Tercer Reich. En todos los lugares se encuentran casos. En Baviera es en donde el número de suicidios se disparó, pero también en ciudades como Hamburgo. Familias enteras se suicidaron en todo el país.

Hitler se suicidó el 30 de abril, al día siguiente la radio anunció que había caído en batalla, no se dijo nada sobre suicidio. La paradoja es que esta figura que los alemanes amaron e idolatraron convirtiendo en un mito, se desvaneció en el transcurso de los últimos meses del conflicto. En ninguno de los diarios de la época hay alguna manifestación de duelo por su muerte. Alemania se hundía y a la gente Hitler ya le daba igual. Así que su suicidio no fue el disparador de este comportamiento nefasto.

En Demmin, a través de las actas de defunción, se sabe que las víctimas no tienen ninguna característica en común. Eran hombres, mujeres, niños, empleados, obreros, estudiantes, etc. Realmente se puede ver una muestra poblacional de la sociedad de la época. Claro, entre los que se suicidaron había personas que no tenían ninguna razón para tener miedo y también había muchos nazis convencidos que tenían las manos sucias.


En Demmin se destaca el caso de la vendedora de pieles Marie Dabs. Era una persona robusta y vital, eso se desprende de su diario. Logró superar todas las crisis, vivió la Primera Guerra Mundial, luego los años de hambre de la República de Weimar, la crisis económica mundial de entreguerras. Cuando su marido se sumó al frente, continuó ella con el negocio y se ocupó de los niños. En los últimos días de la guerra, cuando en el bosque vio a gente que se colgaba, la invadió el miedo y comenzó a buscar veneno para sucidarse ella y matar a sus hijos. Pero sobrevivió gracias a que no encontró suficientes medios para quitarse la vida.

Florian Huber es autor del libro "Kind, versprich mir, dass du dich erschießt" (Hijo, prométeme que te darás un tiro).

Fuente : DW

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