El Calitecno

Ignoro si en la actualidad existe algo parecido, pero en mis años de estudio, como los monjes del Medioevo, los alumnos de las escuelas industriales pasaban horas y horas en sus casas realizando la tarea encomendada por sus profesores de Dibujo Técnico. AdemÔs de planos en perspectiva Caballera, o Caballera reducida en lÔpiz, luego en tinta y finalmente en papel calco, los alumnos debían aprender a escribir en letras casi perfectas. Para eso se había diseñado el Calitecno, un cuaderno de ejercicios que nos permitiría con el tiempo y la prÔctica, escribir con una perfección cercana a la de la mÔquina.
Sin AutoCat o fuentes de computadora que nos ayudaran, cualquier borrón, mancha de tinta o pulso errÔtico nos llevaba a comenzar todo desde cero y perder así nuestro tiempo de esparcimiento del fin de semana. Y esto no era la excepción sino todo lo contrario cuando en lugar de las Rotring se usaban los tiralíneas y las plumas con tintero. Incluso recuerdo que mi profesor armaba una competencia para mantener nuestra atención. Si nos pescaba en un error nos anotaba un punto en contra y si lo pescÔbamos en un error a él, era uno a nuestro favor. Al terminar la clase se hacía el cómputo final de la contienda y él aplicaba la condena. Si ganaba él eran tres pÔginas de calitecno y si ganÔbamos nosotros tan solo dos. No había forma de escapar a la tarea para el hogar que se sumaba a las lÔminas obligadas para poder pasar el cuatrimestre.


Sin duda forma parte de esos recuerdos duros que forjan el carƔcter y la voluntad de mejorar para salir adelante sin importar el esfuerzo que se requiera.
La cuestión es que cuando no me tiembla el pulso y tengo los anteojos a mano, logro unas hermosas letras a 75 grados que en muchas oportunidades despertaron la admiración de propios y rivales. Esa seguridad también influyo en mi cursiva, que por propia voluntad mezcla imprenta en su justa medida para hacerla mÔs atractiva.


Creo que al igual que en Oriente, donde se hace una cultura artĆ­stica de la escritura, deberĆ­amos inculcar el gusto por la escritura clara que se logra de forma pausada, sin los apuros de tener que tomar un apunte en medio de una clase magistral.
Pero claro, ya nadie toma apuntes, usa la cÔmara de su móvil o la grabadora de voz del mismo para llevarse a casa aquello que deberÔ estudiar. Así el teclado virtual suplanta la mano firme y cuidada y poco a poco se atrofia esa aptitud comunicacional.


Y lo intenté con mi propio hijo, no crea. Cuando comenzaba a hacer la letra muy chica y apretada, le compré un calitecno con la idea de que practicara, pero sin la constante presión de la nota de un profesor, toda la operación quedó en un intento fallido.
Así el arte de la caligrafía del que hablamos en otro post ( click aquí para leerlo) pasó a ser una nueva rama de las artes plÔsticas y no de la tecnología o la vida diaria.
LƔstima.

Taluego.


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