La importancia de ser gay

Estoy grande. Así y todo trato de adaptarme a mi tiempo y abrir mi mente a las nuevas interpretaciones de los viejos temas. No siempre lo logro. Juro que me importa un pito el tema de la homosexualidad a menos que me la pasen por el rostro y me obliguen a olerla en cada programa de televisión, radio y libro que ponen ante mis ojos. Incluso no la considero elemento relevante como para dedicarle tiempo y así sacarme de mi inmensa ignorancia. Pero me obligan. Así es que nació este post de bajo contenido calórico y superficialidad extrema.
No me parece importante que alguien sepa diferenciar entre un travesti, un transformista, una drag queen y un transexual. Para mí si moja la tabla es un tipo y si se disfraza de mujer por gusto, es gay. Para el caso sólo se salvarían los transexuales, aunque se resistan a aceptar que a la ciencia del ADN no la engaña ni una ley, psicología,  maquillaje o  cirugía.
De tanto romperme las guindas desde los medios de comunicación he aprendido que hay un abismo entre unos y otros. Pero porque me han obligado, no porque me interese ese tipo de tema en particular. Me han bombardeado desde todos los medios con los derechos de esos seres humanos que parecen merecer mucha más atención que un refugiado, un obrero, un empleado de comercio, un atleta, un obeso mórbido, un enfermo de cáncer o un niño en situación de calle, solo por el hecho de que éstos últimos puedan ser heterosexuales.


Me cansaron y me tientan a meterlos a todos dentro de la misma bolsa y darles un tratamiento genérico que me evite perder el tiempo en clasificar las diversas versiones del Ser gay.
La verdad es que con el tiempo he aprendido a disfrutar de la personalidad de las personas sin que me interese su inclinación sexual o cómo les gusta vestirse o maquillarse, pero me sigue ofendiendo el mal gusto (por sobre todo) y el actuar grotesco de quienes sólo quieren sobresalir y ser atendidos como alguien especial sin siquiera hacer el esfuerzo por serlo. A menos que lo bizarro tenga algún mérito del que no me había percatado con anterioridad.
No me considero nazi, pero cualquier lesbiana del niunamenos (y créame que son más lesbianas que mujeres heterosexuales defendiendo sus derechos) me pondrá el mote sin siquiera pensarlo dos veces porque su fanatismo me ve como un enemigo por ser varón y expresar mi opinión libremente.


Me encanta que la gente se ame, que ame a las personas, las cosas, las mascotas, la religión y a sí mismos. ¿Qué puede tener de malo eso? Nada. El amor no tiene género. Pero cuando todo se convierte en una exposición sexual en búsqueda del espectáculo y el minuto de fama, ya no es algo con lo que yo pueda identificarme. Hagan todos los desfiles del orgullo que se les ocurra, todas las manifestaciones en bolas que se les cante el culo, que los que no comparten sus gustos los mirarán siempre con cierta pena, desaprobación o rechazo.


No voy a decir que tengo amigos gay aunque sea verdad, porque sería visto como el que tiene que aclarar que no es antisemita asegurando que tiene amigos judíos. Pero entre otros gustos personales soy fan de Gonzalo DAmbrosio. Cuando comienza su programa de cocina llamo a mi mujer con un "Ahí empieza el programa de nuestro amigo" y Gonzalo es más gay que Miguel Bosé, Ricky Martin o el mismísimo Liberache. Pero por sobre ese detalle de elección sexual, él es un tipo alegre, vital, cariñoso, pleno de humor y con ganas de ser una diva. Por eso lo uso de ejemplo. Me gusta también entre miles Ellen DeGeneres, me encantaba y encanta Fredy Mercury. Pero ¿cómo puedo relacionarlos con las locas que gritan desnudas en el centro de mi ciudad posando para las cámaras ? Las que hacen sus necesidades en las gradas de la Catedral para demostrar su posición sobre el aborto ? Las que hacen pintadas de "Verga violadora a la licuadora", "La vida es corta hacete torta"o "A empalar machos"? Las mismas que escenifican un aborto de la Virgen María con sangre y tripas de fantasía, mientras los chicos pasan y le preguntan a sus mamás quienes son esas locas que andan desnudas por la vida. Esas que dicen representar a las mujeres y defender a su género de la violencia machista, aún cuando casi ninguna mujer se sienta representada.


Vivo en un país matriarcal donde las mujeres llegan a la presidencia, existe un cupo obligatorio del 50% de participación femenina en las cámaras y la mamá es más respetada que la propia vida. Y la variante gay  del travesti o el transexual entran en esa lista porque la ley los iguala. También es un país donde la figura femenina más famosa de los teatros de revista fue un travesti , aún cuando el Tango y el ser porteño sea cosa de "hombres". Cris Miró era un sol. Hasta los que se llaman machos la apreciaban. Llenaba los teatros. Y aún cuando su lucha en épocas de menor tolerancia fue muy dura, cosechó los frutos hasta su temprana muerte. Luego apareció Flor de la V y un montón de imitaciones de segunda. Se reglamentó que cualquiera pueda cambiar su sexo en el documento de identidad y si así lo quiere, alterar hasta el acta de nacimiento misma sin necesidad de operarse.


El país no es el problema. Sus habitantes cada vez menos. Pioneros en el matrimonio igualitario y la paternidad en parejas del mismo sexo. El problema son unos pocos integrantes de grupos como la LGBT ( Federación Argentina Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans) o el Ni Una Menos que hacen un circo mediático de temas que son tremendamente importantes.
Pero el ángel no tiene que ver con las preferencias sexuales o la acción política. No se requiere saber diferenciar entre un travesti, un transformista, una drag queen y un transexual. Eso debería ser secundario. A mi criterio es parte de la privacidad. El tipo de asuntos personales que no hace falta exponer para que sean importantes. Lo que a todos nos interesa es qué tipo de persona se es. Si vale la pena, si tiene magia, si nos dibuja una sonrisa en la cara.
En definitiva, si es buena gente.

Taluego.


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