El licenciado Tripudio Beneficiario Locanto habĂa encontrado que su lugar en el mundo no era en su pueblo natal, Barranca del Medio, era sobre una tarima frente a una silenciosa y expectante audiencia. Primero pensĂł que esa aptitud indicaba que debĂa dedicar su vida al clero, razĂłn por la cual iniciĂł los estudios que en pocos años lo llevarĂan a tomar los hábitos, pero antes de lograrlo y despertar la tremenda ira de Dios por sus constantes irreverencias, logrĂł ver que sĂłlo los panegĂricos eran los que se le daban especialmente de manera natural. Como si hubiera nacido para ellos. Más aĂşn cuando los hacĂa en el cerrado mundillo de la polĂtica, tan afecto a actos conmemorativos de las eminencias perdidas sin que hubieran dejado su pretenciosa o merecida huella en la posteridad. Él podĂa crear una Ă©pica heroica donde no la habĂa, resaltar virtudes donde el vicio habĂa sido la media y asĂ hacer memorable aquello condenado al olvido.
Contaba con una evidente facilidad natural para expresar tristeza ante la muerte de cualquiera, de manera poĂ©tica, sin atenerse a ninguna mĂ©trica especĂfica pero impresionando a la audiencia con palabras rimbombantes que el ciudadano medio jamás habĂa escuchado con anterioridad. Esas elegĂas le otorgaban a Tripudio una cierta superioridad intelectual sobre su pĂşblico, cosa que a su modo de ver, hacĂa que su vida finalmente valiera la pena.
Pronto fue maestro de ceremonias vitalicio del cementerio de su ciudad natal, famoso por haber sido construido por el genial arquitecto e ingeniero Francisco Salamone D'Anna en las Ă©pocas del monumentalismo fascista nacional . Utilizando su voz fuerte y gruesa lograba hacerse escuchar hasta el fondo de las galerĂas en cada conmemoraciĂłn del fallecimiento de alguna figura ilustre. El eco de sus palabras revotaban entre los nichos y las decoraciones Art Nouveau de las bĂłvedas amplificándose de manera antinatural y tomando matices de una decrepitud suave como la del moho acumulado sobre las mismas. Siempre vestido con su impecable levita , cuello duro y pajarita, habĂa logrado crear la ilusiĂłn de que los mismos formaban parte de su cuerpo y que no lo abandonaban ni siquiera a la hora de dormir. Es que con frecuencia era llamado imprevistamente por la radio o la televisiĂłn para expresar unas sentidas palabras sobre algĂşn personaje famoso que habĂa pasado a mejor vida y aunque Ă©l probablemente ni siquiera lo conocĂa, hablaba del mismo con total certeza y sentimiento, a cualquier hora del dĂa, siempre vestido en su impecable percal.
Con los avances de la tecnologĂa y aĂşn cuando se sentĂa cĂłmodo con el transcurrir de su vida, ideĂł una estrategia que harĂa evolucionar su empresa para hacerla aĂşn más rentable. ComenzĂł a coleccionar imágenes que lo asociaran con los famosos o poderosos que, como todos, tarde o temprano morirĂan. Los diarios, las revistas e Internet se plagarĂan de imágenes de Ă©l posando junto al recientemente fallecido cuando aĂşn gozaba de los placeres de la vida, otorgándole una autoridad moral y conocimiento superior a la hora de cobrar sus exiguos honorarios como director de la Junta HistĂłrica de Barranca del Medio y vocero oficial de la Junta Municipal de Conmemoraciones y Homenajes, que Ă©l mismo habĂa logrado fundar mediante una partida desviada de la obra pĂşblica provincial.
- Que hable el Dotor ! Era la frase que con la frecuencia apropiada ponĂa un plato de comida en su mesa. Porque el licenciado, aunque disfrutaba del hecho de que lo llamaran doctor, nunca habĂa ejercido el Derecho, a tal punto que muchos dudaban del diploma enmarcado que habĂa colocado a sus espaldas en la pared de la oficina. Sus ingresos provenĂan casi exclusivamente de las palabras vertidas desde una tarima a un selecto grupo de gente y ese habrĂa sido el motivo por el que nunca habĂa podido sostener una familia.
AsĂ fue que cada figura medianamente conocida que pisaba Barranca del Medio era sometida de manera inconsulta y por asalto a la fotografĂa junto al hombre de las elegĂas. Un ex presidente de la NaciĂłn tendrĂa el mismo tratamiento irreverente que un cantante de cumbias o un famoso artista plástico. Todos eran tomados por sorpresa. A muy pocos se les solicitaba la pertinente autorizaciĂłn. Y es asĂ como se puede ver a Tripudio acercando su cara al ex-presidente De la Calle mientras Ă©ste se estaba llevando a la boca una jugosa y chorreante empanada tucumana, o al pintor Milone que habĂa llegado para pintar un mural de regalo para la escuelita, concentrado en una charla agradable con la vicedirectora, mientras Tripudio sonrĂe a sus espaldas con un pulgar en alto como si le diera un like en Facebook.
Pronto expandió los horizontes de su empresa de homenajes y comenzó a realizar canjes con los restaurantes más emblemáticos del pueblo. Él invitaba a comer a algún famoso y la foto resultante de la comilona surcaba las redes con mención incluida además de decorar el área de imágenes de visitantes ilustres que siempre uno encuentra tras el mostrador o camino a los baños.
Tal era la notoriedad de sus actividades que pronto fue etiquetado como ciudadano modelo y un partido polĂtico en moribunda decadencia lo postulĂł para las legislativas sin su conocimiento o consentimiento previo. Poco faltĂł para que ganara, pero su figura de otras Ă©pocas y su vestir anticuado, más que las propuestas con las que no contaba, habrĂan despertado el desagrado del electorado más joven y Tripudio, por una vez en la vida, hasta se sintiĂł aliviado por ese radical rechazo.
Algunos desinformados lo confundieron con un acechador de estrellas. Un fanático de las selfies con figuras de renombre. Pero no, se equivocaban. Lo de Tripudio era meramente profesional y parte medular de su negocio.
En la primavera de 2016, más exactamente el 16 de octubre a las 10:32 hs. el licenciado Tripudio Beneficiario Locanto expirĂł en la mitad de una frase. Su cuerpo exánime cayĂł al suelo desde la cĂşspide de su fama, mientras realizaba una elegĂa en el septuagĂ©simo aniversario del paso a la inmortalidad del Teniente Coronel Euclides Gervasio Posadas, hĂ©roe de la Revuelta de la Zanja de Alsina y oriundo de Barranca del Medio. Como cualquier mortal de más de ochenta años de edad, la causa de muerte que decorĂł su partida de defunciĂłn fue "Paro cardio respiratorio" como si alguien pudiera morir y seguir respirando o lograr que siga latiĂ©ndole el corazĂłn y aĂşn asĂ seguir siendo un muerto.
Su cuello duro y la pajarita se encuentran hoy en dĂa en una coqueta vitrina del museo de la Junta HistĂłrica de Barranca del Medio, como sentido homenaje a uno de sus pilares y socio fundador.
Su sucesor, el doctor Heliotropo Narciso FrĂas hizo los honores en el funeral y cuentan que su panegĂrico no sĂłlo fue digno del propio Tripudio, sino que era superior a cualquiera que Ă©l hubiera realizado, pero nadie, por respeto al muerto, lo dirĂa en voz alta jamás.
Pronto Tripudio pasĂł a la inmortalidad del corto plazo. Se encontraba vivo en cada retrato, en las grabaciones de la radio y los videos de la televisiĂłn. Pero tal vez su legado más importante y perdurable haya sido la colecciĂłn de fotografĂas con los famosos que decoran las paredes detrás del mostrador o camino al baño de los restaurantes que frecuentaba. Porque cuando el polvo se asentĂł y el tiempo fue devorando la memoria reciente, el licenciado Tripudio Beneficiario Locanto pasĂł a ser simplemente ese personaje junto al famoso. El que arruinĂł la foto.
O.Pin
Julio 2017.
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