La distopía del celular

Hace unos veinticinco años atrás era usual que la gente, familiares o amigos, me preguntara por el futuro de la tecnología y más específicamente por el futuro de los teléfonos. La telefonía celular aún se encontraba en etapas muy básicas y el mercado estaba saturado por los bippers o dispositivos para recibir mensajes.

Mi respuesta era siempre la misma, algo así como que cada uno de nosotros tendría su propio teléfono móvil, tan pequeño que lo podríamos meter en el bolsillo y hasta se podría ver televisión, tomar fotos o filmar en video. Con caras de asombro y un poco de incredulidad la mayoría pasaba a la siguiente pregunta de rigor, ¿y después?. Lejos de hablarles de teletransportación o viajes por el tiempo, les decía que seguramente esos dispositivos, gracias al nivel de integración, podrían incluir toda una computadora de bolsillo.

No es que yo fuera un visionario, todo lo contrario, en el mundo de la ingeniería electrónica los límites se corren muy rápidamente gracias a que químicos y físicos colaboran en desarrollos industriales que han permitido niveles de integración tan grandes que una memoria que hace 50 años ocupaba un salón entero hoy no es más grande que una uña.

El escritor de ciencia ficción imagina, el ingeniero toma la idea, el físico indica las limitaciones y aquello que hará falta y el químico industrial indica cómo hacerlo, para que al final de la cadena, nuevamente el ingeniero pueda desarrollar un invento, que hace realidad el sueño del escritor.

Pero la distopía generada por los usuarios ya es otro tema.


En los sueños de quién inventó la computadora no estaba que se generaran enfermedades físicas y mentales por el abuso o adicción a las mismas. Tampoco se pensó que el contar con un medio social como el móvil pudiera derivar en una carencia de roce social en el mundo real. Incluso que la causal de la mayoría de muertes por accidentes en la calle de menores de 21 años, se pudiera llegar a deber a su insaciable necesidad de atender su celular a tiempo completo.

Nuevos chiches, nuevas complicaciones.

La sociedad no siempre se encuentra preparada para asimilar aquello que piensa una ventaja y en el fondo ,aunque lo es, trae males con los que preferiríamos no contar.


Hoy decido escribir estas pocas líneas porque me he dado cuenta que los comportamientos negativos asociados a la telefonía celular, ya sea, atender todo el tiempo el móvil mientras se está cenando, interrumpir conversaciones para atenderlo, vivir colgado del twitter sin dar lugar a un sueño reparador ,  manejar escribiendo mensajes o hablando, conducir bicicletas con los auriculares puestos, etc. etc. ahora se ven incrementados con la facilidad para el "apriete" de funcionarios, políticos o cualquier persona con vinculos de poder.


Ahora si lo paran para hacerle una boleta de tránsito y tiene a algún poderoso en su directorio, con solo apretar un botón puede llegar a hundirle la vida a un pobre laburante o incluso enviarlo tras las rejas con un falso testimonio.

Los teléfonos de los poderosos están repletos de números que deben favores y que no dudarán en usar si usted se cruza en sus caminos.


Ya no necesitan ir a buscar la agenda a casa, conseguir un teléfono de línea ni que el destinatario se encuentre en casa. No, las 24 hs. del día la maffia de los poderosos funciona como una red de acreedores y deudores que se van pasando favores mientras usted los mira con su pobre celular prepago , con la batería descargada y tan solo el número de su mamá en la agenda.

Lo único que se puede hacer es filmarlos con nuestra propia cámara incluida en el celular y hacer pública su jugada para evitar consecuencias nefastas.

Yo le aseguro que en mi nucleo familiar hemos recibido llamadas de gente enviada por políticos renombrados del actual gobierno, diciendo que somos amigos y que seguramente les haremos la gauchada en su nombre, cuando en realidad, si bien los conocemos, no moveríamos un dedo por ellos aunque se estuvieran muriendo desangrados.

A tal extremo llega el tráfico de números de favor que ya inventan relaciones que no tienen, simplemente enarbolando nombre y cargo como si todo ello les diera algún tipo de privilegio o impunidad.


La tecnología no tiene la culpa .

Antes llamábamos diariamente a nuestros padres y si no había teléfono nos íbamos hasta uno público. Si viajábamos o estábamos lejos, usábamos el correo, aunque la carta llegara un mes después de nuestro regreso. Hoy con telefonía y mensajería en el bolsillo, nuestros hijos resultan incapaces de comunicarse con nosotros porque más de mil "amigos" virtuales requieren de toda su total atención.

No, la tecnología no tiene la culpa, son muchos más los beneficios que trae aparejada, aunque  deberemos adaptarnos a los nuevos desafíos con todas las imperfecciones que el ser humano va desarrollando a medida que van cayendo los filtros sociales que nos defendían los unos de los otros.

 Taluego.

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